POR QUÉ DEJAMOS DE DIBUJAR
En el arranque de la asignatura, Florencio nos pide que
dibujemos en torno a una serie de círculos. En la mayoría de los casos, la
observación es la misma: “dibujamos como niños de 10 años”.
Nos preguntamos cómo puede suceder esto y la respuesta es unánime: “Porque a los 10 años dejamos de dibujar”. Nos paramos a reflexionar un poco y convenimos que el sistema educativo tiene mucho que ver en este abandono. Nuestra sociedad está inmersa en la espiral de la operatividad y solo se potencia lo que resulta útil para triunfar en la vida, lo que nos conduce al éxito inmediato y, desde la mera concepción de disciplina artística, el dibujo no tiene cabida. Pero el dibujo es mucho más que una disciplina artística, constituye un lenguaje esencial.
Nos preguntamos cómo puede suceder esto y la respuesta es unánime: “Porque a los 10 años dejamos de dibujar”. Nos paramos a reflexionar un poco y convenimos que el sistema educativo tiene mucho que ver en este abandono. Nuestra sociedad está inmersa en la espiral de la operatividad y solo se potencia lo que resulta útil para triunfar en la vida, lo que nos conduce al éxito inmediato y, desde la mera concepción de disciplina artística, el dibujo no tiene cabida. Pero el dibujo es mucho más que una disciplina artística, constituye un lenguaje esencial.
Nos damos cuenta de que las representaciones pictóricas
están vinculadas al hombre desde que este es hombre y el dibujo al niño desde que
es capaz de levantar un lapicero. Durante la Educación Infantil y Primaria la
habilidad de dibujar se va perfeccionando poco a poco pero, al llegar a los
últimos cursos, se privilegian las llamadas áreas instrumentales en detrimento
de las artísticas, que resultan altamente infravaloradas. De este modo, empieza
a considerarse el dibujo una pérdida de tiempo. Pero, nada más lejos de la
realidad.
“El dibujo es un gran recurso que debe crecer conjuntamente
con el resto de lenguajes para poder acompañar la comunicación, la expresión y
la reflexión a lo largo de toda la vida” (Franchesco Tonucci, pedagogo y
dibujante).
También lejos de la realidad, está el tópico de que dibujar
bien es un don natural, un talento con el que se nace y que, de no ser así,
nada se puede hacer para llegar a dibujar bien. Pues bien, como casi todo en la
vida, influye más la práctica que la destreza y el empeño personal más que lo que
nos viene dado.
Pero lo cierto es que la mayoría de nosotros consideramos
que no sabemos dibujar o que se nos da mal y abandonamos el dibujo nada más
entrar en la adolescencia. Resulta un tanto paradógico que, viviendo en la era
del “una imagen vale más que mil palabras”, renunciemos por este motivo a
dibujar. En el lenguaje verbal no sucede lo mismo, nadie deja de escribir
porque no se le dé bien o tenga mala letra. Así que quizás ha llegado el
momento de recuperar este hábito que tanto estimula la imaginación y el
pensamiento.
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