lunes, 23 de febrero de 2015

POR QUÉ DEJAMOS DE DIBUJAR

En el arranque de la asignatura, Florencio nos pide que dibujemos en torno a una serie de círculos. En la mayoría de los casos, la observación es la misma: “dibujamos como niños de 10 años”.



Nos preguntamos cómo puede suceder esto y la respuesta es unánime: “Porque a los 10 años dejamos de dibujar”. Nos paramos a reflexionar un poco y convenimos que el sistema educativo tiene mucho que ver en este abandono. Nuestra sociedad está inmersa en la espiral de la operatividad y solo se potencia lo que resulta útil para triunfar en la vida, lo que nos conduce al éxito inmediato y, desde la mera concepción de disciplina artística, el dibujo no tiene cabida. Pero el dibujo es mucho más que una disciplina artística, constituye un lenguaje esencial.

Nos damos cuenta de que las representaciones pictóricas están vinculadas al hombre desde que este es hombre y el dibujo al niño desde que es capaz de levantar un lapicero. Durante la Educación Infantil y Primaria la habilidad de dibujar se va perfeccionando poco a poco pero, al llegar a los últimos cursos, se privilegian las llamadas áreas instrumentales en detrimento de las artísticas, que resultan altamente infravaloradas. De este modo, empieza a considerarse el dibujo una pérdida de tiempo. Pero, nada más lejos de la realidad.

“El dibujo es un gran recurso que debe crecer conjuntamente con el resto de lenguajes para poder acompañar la comunicación, la expresión y la reflexión a lo largo de toda la vida” (Franchesco Tonucci, pedagogo y dibujante).

También lejos de la realidad, está el tópico de que dibujar bien es un don natural, un talento con el que se nace y que, de no ser así, nada se puede hacer para llegar a dibujar bien. Pues bien, como casi todo en la vida, influye más la práctica que la destreza y el empeño personal más  que lo que nos viene dado.


Pero lo cierto es que la mayoría de nosotros consideramos que no sabemos dibujar o que se nos da mal y abandonamos el dibujo nada más entrar en la adolescencia. Resulta un tanto paradógico que, viviendo en la era del “una imagen vale más que mil palabras”, renunciemos por este motivo a dibujar. En el lenguaje verbal no sucede lo mismo, nadie deja de escribir porque no se le dé bien o tenga mala letra. Así que quizás ha llegado el momento de recuperar este hábito que tanto estimula la imaginación y el pensamiento.

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