LA IMPORTANCIA DEL DIBUJO INFANTIL
En la anterior entrada intenté responder una pregunta que
nos surgió en la presentación de la asignatura de “Expresión Plástica en la
Educación Primaria”: ¿por qué la mayoría dejamos de dibujar al llegar a la
adolescencia? Pues bien, la búsqueda de respuestas a este interrogante me
generó la inquietud de querer saber también cómo se desarrolla la adquisición
de este lenguaje en la infancia y qué tengo que saber como maestra acerca de la
importancia del dibujo infantil.
El niño comienza a realizar sus primeros garabatos de manera
mecánica y espontánea en torno al año y medio de edad. Un año más tarde, a los
dos años y medio, es capaz ya de crear formas mediante la combinación de
círculos y líneas. A los tres años es cuando empieza la fase de los humanoides,
primeros esbozos de la figura humana. Tanto profesores como pedagogos coinciden
en señalar que no debe corregirse al niño pequeño cuando dibuja porque le
acrecentamos la idea de que no sabe dibujar. No importa si los cuerpos tienen o
no cuello o brazos o si un árbol surge de la nada.
Entre los tres y los seis años su trazo se dota de una mayor
estabilidad y comienza a aventurarse en la representación de la realidad que le
rodea. Entre los seis y los diez desarrolla mucho la destreza de dibujar y, a
partir de esta edad, las posibilidades creativas y expresivas se acrecientan
notablemente. Sin embargo, es en ese momento cuando deja de practicarlo
progresivamente y al poco tiempo llega el consabido “Yo no sé dibujar”.
Como decía, no hay que darle importancia a cómo dibuja el
niño. Lo importante es que dibuje y que
utilice el dibujo como medio de canalizar su emotividad y de comunicarse con el
exterior. Una de las formas más comunes de relacionarnos con los amigos cuando
somos pequeños es precisamente intercambiando dibujos.
Por su parte, para los psicólogos, el dibujo representa todo
un universo subjetivo, de ahí que a partir de los cinco años se utilice como una
herramienta muy valiosa para la evaluación psicológica de los niños porque, todo
lo que no son capaces de expresar con palabras, lo manifiestan a través de
dibujos, aflorando así los impulsos y frustraciones más ocultos. Como maestros
no debemos llevar a cabo ningún diagnóstico en este sentido, pero sí podemos observar
posibles conflictos y advertir a los especialistas.
En definitiva, después de leer bastante sobre el tema, he
llegado a la conclusión de que las virtudes del dibujo infantil son muchas,
pudiéndose resumir en que les ayuda a cultivar la motivación, la confianza en
sí mismos y la creatividad.
Para ilustrar esta entrada, como no conservo ningún dibujo de mi infancia, he optado por
colgar algunos que hizo mi hijo Aitor cuando tenía 3 años.