lunes, 30 de marzo de 2015

INTERPRETACIÓN PSICOLÓGICA DEL DIBUJO INFANTIL

En la primera clase sobre el arte infantil, Florencio mencionó que los dibujos de los niños pueden poner de manifiesto problemas que estén viviendo en ese momento. Esta idea me llamó mucho la atención y, desde entonces, he estado tratando de saber más sobre el tema. Florencio ha colgado en studium dos enlaces muy enriquecedores, uno sobre la interpretación psicológica del dibujo infantil y otro sobre el significado de los colores en el mismo. Me interesa especialmente el primero. Se trata de un campo de estudio muy amplio que trataré de resumir en lo esencial y plasmar con la mayor claridad posible.



Los profesionales de la psicología ven en el dibujo un modo de expresión del niño, sobre todo en el dibujo libre, considerándolo un baremo para conocer su estado emocional, su desarrollo intelectual y motriz, y su conciencia dentro de un entorno social. Se cree que, a través del dibujo, el niño expresa, de manera consciente o inconsciente, sus inquietudes, preocupaciones y anhelos. Y es que, en el dibujo, el niño no representa lo que es perceptible objetivamente, sino su propia percepción interna y del mundo exterior.

A través del dibujo infantil, se puede conocer la imagen que el niño posee de sí mismo y de los que le rodean. Esto es posible desde las primeras etapas del garabateo, desde el año y medio. Aunque los dibujos que hacen a esta edad los niños, no tienen la capacidad de representar nada real ni detallado, ni tan siquiera formas definidas, sí pueden mostrarnos aspectos relevantes de su temperamento y afectividad. Hacia los tres años, las posibilidades aumentan considerablemente y a los cuatro, los dibujos ya comienzan a expresar intencionalidad de comunicar cosas concretas. Pero hay que esperar a los cinco años para poder descifrar los dibujos infantiles, desde el temperamento del niño hasta emociones que está sintiendo o acontecimientos que está viviendo.

Antes de nada, hay que advertir que no nos encontramos ante una ciencia exacta. Lo que voy a exponer obedece a probabilidades estadísticas, no a hechos probados con seguridad. Por ello, la interpretación del dibujo infantil hay que realizarla dentro de su contexto (edad,  experiencias personales y entorno social), no de manera aislada, y siempre atendiendo al estado emocional del niño mientras lo realiza.

Algunos aspectos a interpretar son los siguientes:

El tamaño: normalmente se asocia a si el niño es introvertido o extrovertido. Los niños retraídos, a veces con problemas de autoestima, suelen realizar dibujos pequeños mientras que los niños más abiertos los hacen más grandes. Cuando el espacio que ocupa el dibujo es excesivamente grande (por encima del 70% de la hoja) puede ser indicio de una autoestima demasiado elevada o de agresividad.
El emplazamiento: los niños que dibujan en la parte superior muestran cierta tendencia a la fantasía y los que lo hacen en la parte inferior, al realismo y, a veces, a una falta de seguridad. 
La dirección: los dibujos en el lado izquierdo reflejan una tendencia a refugiarse en el pasado (el presente produce inseguridad), y los dibujos en el lado derecho, representan el futuro.
Presión del trazo: los trazos fuertes denotan impulsividad y los débiles, inhibición.
Forma del trazo: los trazos rectos suelen indicar más racionalidad frente a los curvos que indican emotividad.
Continuidad del trazo: los problemas de sociabilidad se asocian a los trazos discontinuos.

Tan importante es lo que el niño dibuja como su comportamiento mientras realiza el dibujo: el modo de coger el lápiz (si lo agarra muy fuerte denota tensión), si fija o no la mirada en el papel y la actitud, que puede ser de entusiasmo o desgana. Cuando sucede esto último, conviene no forzar al niño y esperar a que esté más motivado para dibujar.

Como decía, los psicólogos suelen recurrir a los dibujos infantiles como herramienta diagnóstica. El objetivo es abarcar el conocimiento de los aspectos evolutivos, madurativos, piscomotrices, intelectuales, cognitivos y afectivos de los niños. Para ello, además del dibujo libre, utilizan diversos tests, entre los que destacan el HTP (por sus iniciales en inglés, House, Tree, Person) y el test de la familia. El primero consiste en pedir a los niños que dibujen una casa, un árbol y una figura humana. Se llaman técnicas proyectivas porque, lo que se espera, es que el sujeto (también se aplican a adultos) proyecte cómo se ve a sí mismo, cómo le gustaría ser y cuáles son sus rasgos de personalidad. Estas pruebas, junto con el test de la familia, son analizadas conjuntamente y en relación al contexto del individuo: edad,  experiencias personales y entorno social. En el caso de los niños, el HTP es muy bien aceptado porque no se vivencia como algo intrusivo. A los psicólogos les sirve para evaluar diferentes aspectos emocionales, conductuales o incluso intelectuales y, a los maestros, nos puede resultar también muy útiles para conocer mejor a nuestros alumnos y detectar posibles problemas.

Insisto en que estas interpretaciones hay que tomarlas con mucha cautela, dado que nos estamos basando en aproximaciones estadísticas. Además, hay que tener en cuenta que el niño está en constante proceso de desarrollo y cambio y no siempre se puede determinar con claridad cómo piensa y actúa y por qué. La presencia de determinados aspectos puede deberse a circunstancias temporales y no a rasgos permanentes de personalidad.

Psicodiagnosis.es ofrece en su página web información muy detallada acerca de estos test, así que yo voy a limitarme a hablar someramente de ellos y a destacar los aspectos que me han llamado más la atención.

EL ÁRBOL

El árbol se interpreta como la proyección del propio yo. Se observan todos sus elementos (raíz, suelo, tronco, ramas, copa y hojas), para aproximarse a la percepción que tiene el niño de sí mismo. Refleja la personalidad de quien lo dibuja y en los detalles se puede averiguar multitud de información como que los niños extrovertidos los dibujan grandes y los introvertidos pequeños, o que, si se dibuja un árbol deforme o irreal, puede indicar ganas de llamar la atención, baja aceptación de las normas o incluso agresividad. Un árbol con muchas raíces se asocia a una personalidad afectivamente estable, todo lo contrario que unas raíces pequeñas. La carencia de raíces se interpreta como síntoma de falta de seguridad. En la misma línea, un tronco débil o unas ramas hacia abajo pueden ser indicadores de problemas emocionales.


LA CASA

El dibujo de la casa representa las relaciones intrafamiliares y, en el caso de los niños, el sentimiento o deseo de vivir protegido, la seguridad y la protección de los peligros del mundo exterior. Lo que expresan los niños es su propia forma de vida y su relación con este mundo exterior. Se atiende a todos los aspectos, tanto elementales (muros, puertas, ventanas…), como añadidos (jardín, animales, columpios…) y a otros indicadores (tamaño, situación en el papel…). Una casa grande suele asociarse a la alegría y el bienestar y suelen pintarla niños extrovertidos mientras que una casa pequeña suele ser dibujada por niños con necesidades de autoprotección. Se ha establecido un paralelismo entre las partes de la casa y las áreas emocionales: el techo representa el área mental; las tejas, la fantasía; la chimenea, lo afectivo; las paredes, la firmeza en la personalidad; las puertas y ventanas, la relación con el exterior; el suelo, la estabilidad y contacto con la realidad.

LA FIGURA HUMANA

En el dibujo de la figura humana, el niño plasma de forma indirecta su personalidad, su autoconcepto. Son significativos todos los detalles (cara, ojos, boca, dientes, pelo, tamaño de los miembros…), tanto su presencia como su ausencia, siendo muy significativa esta última. La cabeza refleja sus aspiraciones intelectuales, sociales y emocionales. Si es considerablemente desproporcionada puede indicar frustración. Los detalles de la cara indican bien timidez (cuando no hay), bien agresividad (si son exagerados). Los ojos pueden significar desconfianza (muy grandes), culpabilidad (muy pequeños) o deseos de aislamiento (cerrados). Cuando los brazos están pegados al cuerpo significa inhibición; si están abiertos, necesidad de afecto y sociabilidad; si están detrás de la espalda o en los bolsillos, timidez, y si son demasiado cortos, retraimiento.

LA FAMILIA

El test de la familia explora  las relaciones del niño en su seno. La distancia entre las figuras es significativa de la distancia emocional entre las personas dibujadas. En cambio, si aparecen enlazadas, es sintomático de una buena relación. A quien suele retratar el niño en primer lugar, es a la persona a la que se siente más vinculado emocionalmente. Suele representarla con un tamaño mayor que a los demás y colocarla en el centro. En cambio, si siente rechazo por algún miembro de la familia, lo pintará más alejado y pequeño. Es importante observar si se pinta a sí mismo porque, de lo contrario, puede presentar algún problema emocional. A veces es el propio niño quien se dibuja alejado del conjunto, de donde se puede sospechar que hay algún conflicto. Omitir una figura dentro de la familia indica desvalorización y, si se trata de un bebé, puede denotar celos. También puede ser sintomática una figura humana triste o con dientes, porque evidencia hostilidad hacia esa figura.

viernes, 27 de marzo de 2015

EL “ARTE INFANTIL” (3ª parte): Etapas de 7 a 17 años

En el período que va de los 7 a los 17 años, Lowenfeld distingue cuatro etapas:
  • Esquemática (7-9 años)
  • Realismo (9-11 años)
  • Pseudonaturalismo (11-13 años)
  • Decisión (13-17 años)

Veamos, poco a poco, cada una de ellas.

ETAPA ESQUEMÁTICA (7 A 9 AÑOS)

Esta etapa se denomina así porque en ella se materializa un “esquema” o forma gráfica (conjunto de líneas, puntos y figuras aproximadamente geométricas), que el niño utiliza para representar cada elemento o figura habitual en su entorno: persona, casa, coche, árbol… Lowenfeld define este esquema como el concepto al que llega el niño; concepto que representa su conocimiento activo del mismo y que repetirá una y otra vez, hasta que lo influencien otras experiencias que le hagan cambiar de concepto.



Sin embargo, el esquema gráfico básico que cada niño llega a representar para cada objeto o figura no se utiliza de un modo estricto, sino que, dependiendo de la situación concreta, el niño exagerará ciertas partes, las modificará o incluso las suprimirá. Por ejemplo, si pedimos a un niño de 8 años que se dibuje a sí mismo, empleará el esquema de siempre, pero si le sugerimos que se dibuje en la clase de educación física, probablemente variará algunos aspectos, como las piernas, dotándolas de un tamaño mucho mayor.

Otro aspecto característico de esta etapa es la aparición de la llamada “línea base”. Al principio, el niño dibuja todo en el borde inferior del papel, pero posteriormente comienza a dibujar una raya que simboliza la base sobre la que se encuentran los elementos. Más tarde, aparecerá otra raya, la “línea de cielo” y el espacio entre ambas representa la atmósfera.

A diferencia de la fase preesquemática, en la que un solo objeto ocupaba el centro de la escena, en la fase esquemática, los niños van adquiriendo un sentido mayor del espacio y comienzan a distribuir los objetos en él de una manera más armónica. El dibujo de la figura humana también evoluciona, las partes del cuerpo se dibujan completas y con más detalles. Se diferencia claramente una cabeza, un tronco y unas extremidades.

Otra de las características de la etapa esquemática es que el niño descubre la relación existente entre el color y el objeto. Recordemos que en la etapa preesquemática, el espacio y el color tenían un sentido fundamentalmente emocional, no representativo. Pues bien, a los 7 años, el color deja de ser afectivo, el niño elige ya para cada objeto un color concreto y repite siempre el mismo: amarillo, el sol; azul el cielo y las nubes; verde la hierba; rojas las flores…



Pero si en lo que respecta al color, el niño es fiel a la realidad, en lo que respecta a la representación de los objetos, no lo es, ya que sigue dibujando lo que conoce o interpreta, no lo que ve. Por ello, son habituales las llamadas “transparencias” o dibujos en “rayos x”, en los que aparece representado el interior (por ejemplo, en una casa o en un vehículo las personas que están dentro).



Además del espacio, aparece también el tiempo, puesto que ya son capaces de representar historietas en cuadros diferentes.

ETAPA REALISTA (9-11 AÑOS)

Entre los 9 y los 11 años se da lo que Lowenfeld denomina la “edad de la pandilla”, en la que se desarrolla el “principio del realismo”. Este autor advierte que no debe confundirse realismo con naturalismo. Mientras este último se refiere a naturaleza, el primero se refiere a lo que es real. A esta edad, el niño adquiere más conciencia de sí mismo y se interesa más por su entorno social; se da cuenta de que es miembro de una sociedad compuesta por personas como él y los suyos y de que se logra más cuando se actúa en grupo que individualmente. De este modo, su pensamiento se vuelve más social, menos egocéntrico.

La representación esquemática de la etapa anterior, en la que prevalecían las formas geométricas, ya no le sirve para expresarse, ahora necesita enriquecer sus dibujos y adaptarlos a la realidad. En la representación de la figura humana desaparecen dichas formas geométricas y se pone énfasis en las ropas y otros detalles, como la caracterización sexual. En la representación del espacio, el esquema básico de la línea base se sustituye por el del “plano del suelo” y la línea del cielo por la del horizonte. Las figuras y elementos pueden colocarse a lo largo y ancho de este plano y no necesariamente sobre la línea base. Del mismo modo, aparecen relaciones espaciales en profundidad con elementos delante y detrás, próximos y alejados. En definitiva, los niños en la etapa realista buscan que sus dibujos sean más fieles a la realidad, buscando ya la tercera dimensión y tomando en cuenta la superposición.



En cuanto a la utilización del color, se pasa de una estrecha relación color-objeto a una caracterización muy detallada (no es lo mismo el verde de la hierba que el verde de los árboles, el azul del cielo que el del mar…) o dicho de otra forma, de una etapa objetiva en el uso del color a experiencias subjetivas de color con objetos de gran significado emocional.



El final de esta etapa es decisiva para el futuro del niño en lo que respecta al dibujo. Debido a la influencia del entorno y a los estereotipos de la cultura visual, el niño se siente obligado a dibujar en base a estos y si cree que lo hace mal, dejará de dibujar. Por eso, la actitud de los adultos es muy importante y la reacción de los docentes también.

ETAPA PSEUDONATURALISTA (11-13 AÑOS)

A partir de los 11 años aproximadamente, se inicia la etapa que Lowenfeld llama del “razonamiento”. Comienza a percibirse la crisis de la adolescencia y la evolución emocional entra a formar parte, de un modo significativo, de la expresión plástica. Se perfilan los dos tipos de expresión artística, la emotiva y la racional. Se pasa de una actividad espontánea  a una más razonada, evolucionando hacia el naturalismo. Los niños comienzan a desarrollar una conciencia crítica sobre sus dibujos, que les lleva a preocuparse más por el producto final, que por el propio proceso en sí de dibujar. Representan el entorno que les rodea de manera muy realista, con profundidad y perspectiva, tridimensionalmente.



El niño proyecta su personalidad en los dibujos de la figura humana. Esta va adquiriendo mayor complejidad y asemejándose cada vez más a la realidad, apareciendo rasgos sexuales claramente distinguibles y a menudo exagerados. Se da una tendencia a la caricatura y un gran sentido del color y del diseño.



Al final de esta etapa, los trabajos se diversifican. En algunos casos, se representa la realidad, en otros se interpreta esta y en otros, aparece el arte abstracto.

ETAPA DE LA DECISIÓN (13 a 17 años)

A partir de los 13 años es cuando se produce o el verdadero despertar artístico de los adolescentes o el abandono de cualquier tipo de expresión artística. Por ello Lowenfeld denomina esta etapa  de “decisión”. En este momento, el chico elige qué actividad prefiere perfeccionar y cómo lograrlo. Se perfilan los dos tipos de expresión artística. De un lado, los  chicos de mentalidad emocional o subjetiva (tipo háptico) realizan representaciones expresionistas, deformantes de la realidad, tanto en dibujo como en color. De otro lado, los chicos de mentalidad visual u objetiva (tipo visual), simplifican todo a elementos geométricos. En el medio estarían los simbolistas, para los que es muy importante el concepto. El háptico es esencialmente emocional, poco preocupado por el respeto a las impresiones visuales. Sus dibujos no conforman un todo homogéneo, tienden a las exageraciones y están coloreados de distinta forma que en la realidad.



El visual, por el contrario, piensa en términos de imágenes visuales y copia con mucha precisión.



Para terminar esta entrada, quisiera hacer una reflexión acerca del papel y la influencia del maestro en la expresión artística de los niños. Creo que lo más importante es saber ayudar al niño a que desarrolle, en cada etapa, todo su potencial interior. Y para ello hay que valorar sus creaciones, su expresividad, su naturalidad, su espontaneidad y respetar siempre su ritmo evolutivo. Como hemos visto, a través del dibujo, el niño expresa su percepción del mundo que le rodea y su concepto de sí mismo. Si le corregimos, coartamos su capacidad expresiva y su libertad. Creerá que lo hace mal y abandonará. Otra cosa que no debemos hacer es comparar sus creaciones con las de otros porque cada niño posee su modo de expresarse.


Si revisamos los bloc de plástica que están en los colegios de Primaria, descubrimos que buena parte de las fichas son láminas que el niño ha de copiar. En ellas el niño reproduce experiencias que le son ajenas y que no están en su pensamiento ni en sus intereses. Además, en estas láminas la creación se somete a la técnica, no a la expresividad. Esto no significa que, en ningún caso, debamos ofrecer modelos para copiar, pero conviene no abusar. También es aconsejable ofrecer una variedad de ellos (para que puedan elegir) y seleccionar fotografías reales antes que dibujos estereotipados de los que debemos huir.

sábado, 14 de marzo de 2015

EL “ARTE INFANTIL” (2ª parte): Etapas de 1 a 7 años

En mi anterior post anticipé que dedicaría varias entradas al “arte infantil”. En clase hemos visto, a grandes rasgos, los aspectos más significativos pero, a mí personalmente, me ha sabido a poco. Por ello he querido profundizar y saber más, tratando de dar respuesta a los numerosos interrogantes que se me plantean. Aquí expongo lo que he aprendido al respecto.

Vamos a ver el desarrollo grafo-plástico del niño desde los 18 meses hasta los 17 años, es decir, mucho antes y después de la Educación Primaria, para dotarnos de una perspectiva más amplia. Es el período que estudia Viktor Lowenfeld, un profesor de educación artística austriaco de origen judío que contribuyó de manera decisiva al desarrollo de este campo en los Estados Unidos. Realizó estudios de arte y psicología y trabajó en un instituto para invidentes. Cuando Freud conoció su trabajo, le hizo una visita y, a partir de ese momento, la implicación de Lowenfeld en el estudio del valor terapeútico de las actividades creativas fue mayor.

Junto a Lambert, escribió en 1957 Desarrollo de la capacidad creadora, donde articulan el desarrollo del dibujo en seis etapas bien definidas, teniendo en cuenta diversos factores: el modo de aprehender la realidad, el modo de representar la figura humana, el desarrollo del grafismo, el uso del espacio gráfico y la utilización del color.

Estas etapas son las siguientes:
  1. Garabateo (2-4 años)
  2. Preesquemática (4-7 años)
  3. Esquemática (7-9 años)
  4. Realismo (9-11 años)
  5. Naturalismo (11-13 años)
  6. Decisión (13-17 años)

En esta entrada me ocuparé de las dos primeras que son las inmediatamente anteriores a la Educación Primaria.

El primer registro gráfico del niño sucede en torno al año y medio de vida. A esta edad se produce una confluencia de los sentidos. Para percibir el entorno, el niño necesita ver, escuchar, oler, tocar, saborear, manipular todo. Por eso, cuando se le presenta la oportunidad y descubre que es capaz de dibujar, empieza a realizar garabatos. Primero lo hace de una manera desordenada, sin ningún control sobre sus movimientos. Coge el lápiz mayormente con toda la mano cerrada y mueve todo el brazo, desde el hombro, hacia adelante y hacia atrás, sin tan siquiera mirar o fijarse en lo que está garabateando. El resultado suelen ser unas rayas continuas en forma de zigzag que ocupan todo el espacio, ignorando los márgenes del papel. Lo que el niño obtiene es básicamente un placer kinestésico. En esta fase, el niño no intenta representar nada y no muestra todavía ningún interés por el color.


Cuando el niño aprende a tener mayor control viso-manual y mental, siendo capaz de  relacionar los movimientos de su mano con las formas que dibuja, el garabateo pasa ya a ser controlado. El niño descubre que es el ojo el que guía la mano, con lo que comienza a dotar sus trazos de mayor precisión, llevándolos hacia donde desea. Esto ocurre unos seis meses después de haber empezado a garabatear, a los 2 años aproximadamente. Los dibujos son más reducidos de tamaño y a las formas anteriores se suman las circulares, los famosos soles. Además comienza ya a respetar los márgenes del papel y a sentirse atraído por los colores en el dibujo.



Un año y medio después, a los tres años y medio, siempre aproximadamente, se produce un paso de gigante hacia una etapa de gran trascendencia, la del garabato con nombre, llamada así porque el niño comienza a dar nombre a sus garabatos. En ella el pensamiento pasa de ser kinestésico a ser imaginativo. Lo apreciamos porque aparece la función simbólica del grafismo. El niño posee ya un control mucho mayor de su grafomotricidad, sujeta el lápiz entre los dedos y es capaz ya de dibujar con precisión rayas, horizontales, verticales o curvas. La atención mejora y se empieza a dibujar con una determinada intención, es decir, comienza a atribuir un significado a lo que dibuja, aunque en muchos casos sea irreconocible. Y es que, el mismo trazo puede emplearse para representar cosas diferentes.



Las tres etapas del garabateo tienen en común que el niño no muestra ninguna intención de representar nada, al no existir una relación entre el mundo exterior y sus trazos. La única motivación que le moviliza es el propio movimiento que realiza. Pero no debe pensarse que se trata de una mera actividad física sin más trascendencia. El garabateo además de desarrollar la motricidad fina, es el inicio de un nuevo modo de expresarse, que comprende los aspectos plásticos y el lenguaje icónico sobre los que se asentarán tanto el dibujo como la escritura. Además, hay que tener en cuenta que el garabateo, en tanto expresión grafo-motriz, le sirve al niño para manifestar sus impulsos, inquietudes y necesidades. Por eso es importante que los niños garabateen.

A los cuatro años se inicia una nueva etapa, la denominada por Lowenfeld y Lambert preesquemática, que se extiende hasta los siete. Entonces se produce un cambio sustancial: en este periodo se desarrolla el pensamiento simbólico y el niño comienza a crear formas y figuras de manera consciente. Una de las preferidas es la figura humana y la manera de representarla es mediante los llamados “cabezones” o “renacuajos”. Al principio se limitará a una cabeza enorme de la que surgen dos piernas largas. Poco a poco se van añadiendo más elementos como los brazos, el cuerpo y los detalles del rostro y, al finalizar la etapa, la figura será ya mucho más elaborada. Se trata de una visión egocéntrica del dibujo, consecuencia de haber descubierto su propio esquema corporal. Los objetos aparecen flotando en cualquier lugar (arriba, abajo, uno al lado del otro), ya que el niño concibe el espacio en relación a sí mismo y a su propio cuerpo.



Más adelante el niño empieza a representar también objetos del mundo que le rodea, de un modo que denota su percepción de las cosas. Por ejemplo, las que le han impactado, tiende a exagerarlas. [Los psicólogos han investigado mucho sobre este tema porque, como dije en entradas anteriores, a través del dibujo acceden a experiencias vividas por el niño que no quiere o no sabe verbalizar. De ello me ocuparé en una próxima entrada]. Los temas preferidos son el sol, la casa, los animales, las plantas y los medios de transporte (coches). En los primeros años de la etapa, los niños piensan que estos elementos están vivos, como los humanos y esta concepción animista también se ve reflejada en sus creaciones artísticas. Es importante destacar que, en estos primeros intentos de representación, el niño representa la realidad como él la entiende, no la copia.

En cuanto al color, no suele haber mucha relación entre este y la figura representada, ya que el niño usa el color que le gusta o impacta, no el que se adecúa [sobre esto, también hay muchos estudios psicólogicos de los que hablaré en otra ocasión]. Se aplica por partes, no en su totalidad y sin ninguna intención de crear volumen.

Otro cambio importante respecto del garabateo es el tiempo que el niño pasa dibujando, se siente tan atraído por el dibujo que puede ya concentrarse en él durante media hora.

Generalmente la familia más directa, sobre todo los padres, son los primeros personajes representados y es también a ellos, a quienes sus hijos suelen obsequiar con sus creaciones. Conviene que los adultos se interesen por ellas, que les pregunten qué han dibujado porque es una buena forma de comunicación y porque el modo en que reciban sus pequeñas obras de arte, será determinante para la evolución del niño. Hay que pensar que el propio proceso de creación tiene más importancia que el resultado final y por lo tanto, cualquier motivación artística ha de servirles de estímulo y hacerles sentir que lo que realizan es importante.

Asimismo, especialmente en los inicios, es conveniente proporcionarle al niño los útiles y el lugar apropiado porque, de lo contrario, acabará dibujando en cualquier superficie que encuentre como las paredes o los muebles. Otro aspecto a tener en cuenta es la idoneidad de estos útiles, para que no contengan ningún elemento peligroso como la toxicidad o el atragantamiento.

Por otro lado, algunos padres y maestros se empeñan en reconocer en los garabatos descontrolados de sus hijos y alumnos algo real, incluso le dan modelos para que los copie. Otras veces fuerzan al niño para que justifique lo que ha dibujado. Pues bien, hay que decir que todo esto puede ser muy perjudicial para su desarrollo. El niño debe ser tratado con afectividad y escuchado con paciencia, pero sin presiones.


Por último, poner de manifiesto lo desaconsejable que es “atiborrar” al niño de espacios prefijados para que los coloree porque esto anula su expresividad. El dibujo conviene que esté motivado (por lecturas de cuentos, visitas extraescolares…) y las actividades creativas, relacionadas con el juego.

jueves, 12 de marzo de 2015

EL “ARTE INFANTIL” (1ª parte): definición y conceptos

Hoy comienzo una serie de entradas nuevas acerca del dibujo infantil. El tema me encanta (de hecho, antes de que Florencio nos hablara de él en clase, yo me anticipé y escribí unas líneas en mi tercera entrada). Y es que, personalmente, me resulta muy novedoso y apasionante y sobre todo porque me sitúa ante la realidad del maestro que tiene que dar clase de plástica, esto es, ante un conocimiento ineludible.

Denominamos “arte infantil” a las etapas gráfico-pláticas del niño que se suceden en el período que va desde los 18 meses, aproximadamente, hasta los 17 años. Estas etapas están definidas por una serie de características propias y universales, es decir, todos los niños del mundo las atraviesan, independientemente del lugar concreto donde vivan. Son pautas de maduración que surgen espontáneamente en niños de la misma edad mental, (que no tiene por qué coincidir con la física), que todas las personas atravesamos, aunque no todos al mismo ritmo.



El común denominador de las diferentes etapas que componen el arte infantil es que, a través de su “arte”, el niño expresa y refleja sus emociones, sentimientos y preocupaciones. Se puede decir que el “arte infantil” es el lenguaje de su pensamiento. Por ello, como señalé en mi entrada anterior acerca del dibujo infantil, este tiene un alto valor terapeútico y es utilizado, con frecuencia, por los psicólogos ya que, lo que el niño no es capaz de explicar verbalmente, puede hacerlo dibujando. Y es por esto que, como maestros, podemos conocer mejor a nuestros alumnos, a través de sus creaciones, e incluso detectar posibles problemas (a este punto dedicaré una entrada más adelante).

Hay que decir que el “arte infantil” no es comparable al de los adultos y, en consecuencia, nunca debemos decirle a un niño que un dibujo le ha quedado mal en base a nuestra estética adulta. Los niños no dibujan lo que ven, sino lo que saben, lo que entienden. Como ya dije en la anterior entrada, no importa que los brazos salgan del cuello, que una mano tenga diez dedos, que las figuras floten en el aire… Si corregimos al niño, lo único que podemos conseguir es acrecentar su idea de que dibuja mal, lo que le retraerá de dibujar. 

Tampoco se debe comparar los dibujos realizados por dos niños porque lo que cada uno de ellos quiere manifestar depende de su modo de comprender el mundo y esto es completamente personal o intrasferible. Cualquier comentario que le hagamos deberá ir encaminado a motivarle positivamente, no a criticarle. Se trata de proporcionarle al niño las herramientas y la atmósfera apropiadas y de evitar el limitarle, el cerciorarle. Hay que dejar que, en función de sus necesidades, pueda expresarse libremente.

Pero para lograr esto, es necesario comprender las diversas etapas educativas y cómo el niño va madurando en sus aspectos físico, intelectual y afectivo ya que los dibujos infantiles son la expresión de:

*      Su capacidad intelectual
*      Su desarrollo físico
*      Su aptitud perceptiva
*      El factor creador
*      El gusto estético
*      El desarrollo social del individuo

Los estadios de desarrollo se suceden sistemática y gradualmente, sin que existan saltos entre ellos; pero no hay una separación nítida, muchas veces no se puede determinar con precisión donde acaba uno y donde empieza otro. Como decía, la edad varía de unos niños a otros, por ello hablamos de edad mental, no física. Esto es tan importante para un maestro que lo subrayo y lo formulo a modo de máxima:

LA ACTIVIDAD DEL DIBUJO RESPONDE A UNA NECESIDAD DEL NIÑO Y, POR LO TANTO, SE DEBE RESPETAR SU RITMO.

La clasificación que vamos a ver es la que Lowenfeld y Lambert plantearon en 1957 en su obra Desarrollo de la capacidad creadora. Las etapas son las siguientes:

1.      Garabateo (2-4 años)
2.       Preesquemática (4-7 años)
3.       Esquemática (7-9 años)
4.       Realismo (9-11 años)
5.       Naturalismo (11-13 años)
6.       Decisión (13-17 años)


De momento, esto es todo, seguiré hablando y reflexionando sobre el “arte infantil” en sucesivas entradas.

domingo, 8 de marzo de 2015

TRABAJANDO CON FORMAS PLANAS

No pude asistir a la clase práctica del jueves 26 de febrero, así que para realizar esta entrada, además de la presentación de Florencio, he consultado varios blogs de mis compañeras (Jessica Marcos y Raquel Blanco). Lo que he entendido es que se ha aprendido a trabajar con formas planas como punto de partida para la ideación de personajes.

El PASO a PASO de esta sesión en el taller sería el siguiente:

1º) A partir de los personajes del cuento de los Hermanos Grimm que dibujamos en su día, se dibujan dos formas planas arbitrarias pero sugerentes.



2º) A continuación, se copian las formas en una cartulina y se recortan.




3º) Más tarde, se obtienen nuevas figuras mediante las distintas formas de interacción formal:

a)      Contacto: las formas se tocan en un punto, configurando un conjunto nuevo.




b)      Distanciamiento: las formas no se tocan, es decir, interactúan por lejanía.




c)       Transparencia: las formas se sobreponen y la transparencia de una permite la interacción de ambas.


d)      Superposición: las formas interactúan por opacidad, es decir, una oculta parte de la otra.




e)      Intersección: la única parte visible es aquella común a las dos formas.


f)       Sustracción: una forma resta visibilidad a la otra.




g)      Unión: las dos formas se unen para formar una sola.



h)      Penetración: es la suma de superposición y sustracción.

sábado, 7 de marzo de 2015

EL VALOR DE LA AUTOESTIMA

En la anterior entrada, conté que el valor que subyace a mi cuento de los Hermanos Grimm, El sastrecillo listo, es el de la autoestima. Entonces creí oportuno dedicar un espacio a reflexionar sobre cómo podemos, en tanto maestros de expresión plástica, contribuir a su formación en los niños.

La autoestima es la idea que poseemos acerca de nosotros mismos, de nuestra valía como personas y está basada en los sentimientos, pensamientos, sensaciones y experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida. Todo ello puede traducirse en un autoconcepto positivo (por ejemplo, nos vemos listos, simpáticos, agradables…) o negativo (torpes, antipáticos, antisociales…). En este último caso, se puede padecer un gran dolor y daño psicológico. Visto así, parece que la formación de la autoestima depende de cada uno de nosotros, que cada quien es dueño de poseer una determinada consciencia de sí mismo. Pero esto no es así, sobre todo cuando esa autoestima se está formando como es el caso de los niños. Las personas que nos rodean influyen mucho en nuestra autoestima. Si con quien estamos no nos acepta como somos, nos pone condiciones para brindarnos su apoyo y cariño, nos critica y como en el cuento de El sastrecillo listo nos humilla, nos sentiremos desvalorizados y nuestra autoestima saldrá muy mermada.

La pregunta ahora es cómo los maestros podemos trabajar la autoestima con los alumnos, en general y en el ámbito de la expresión plástica, ya que esta área es idónea para desarrollarla, por ser donde el niño se involucra por completo en lo que realiza.

A estas alturas de carrera, creo que todos estamos concienciados en que nuestro trabajo va mucho más allá de la transmisión de unos contenidos teóricos, de que estamos trabajando con personas en proceso de maduración y que hemos de responder a sus necesidades de una manera individualizada. Por supuesto, no hay recetas mágicas que funcionen con todos los niños y en todas las situaciones, pero sí podemos extraer algunas orientaciones si conocemos cómo afecta la autoestima a los más pequeños.

En primer lugar, hay que saber que el nivel de autoestima condiciona de manera importante el aprendizaje del niño. Cuando posee una autoestima baja o, lo que es peor, una autoestima negativa suele tener poca motivación por el estudio, ante las altas expectativas de fracaso. Por el contrario, cuando el concepto de sí mismo es positivo, experimenta una mayor confianza y está más motivado para aprender. Esto trasladado al área de plástica resulta muy significativo. Cuántos niños y ya no tan niños desisten de, por ejemplo, dibujar porque se les da mal y creen que no pueden aprender porque carecen del don innato.
Además, la autoestima contribuye a enfrentar o no los problemas. Si el niño cree que será capaz de vencer una dificultad, lo intentará; de lo contrario se quedará bloqueado y paralizado. Muy unido está el fomento de la responsabilidad y de la autonomía, que se ven muy mermadas ante una baja autoestima. Los niños así no son capaces de asumir responsabilidades, tomar decisiones o defender una opinión o criterio propio. Nuevamente vemos que la plástica tiene mucho que aportar. El niño ha de responsabilizarse de sus trabajos, de cuidarlos, de conservarlos y ser autónomo en la realización de los mismos.
Claramente también la autoestima tiene que ver con un factor clave de la expresión plástica: la creatividad. Sólo cuando un niño confía en sí mismo se atreve a explorar nuevos campos y posibilidades de creación. Como maestros debemos lograr que el niño confíe en sus propios recursos expresivos y valore sus trabajos como algo personal e irrepetible.

Las relaciones sociales es otro de los ámbitos afectados. Sentirse superior o inferior a los demás impide unas interacciones en igualdad. Un niño no ha de sentirse superior a otro porque destaque en ninguna materia, porque, por ejemplo dibuje mejor.

Por último, decir que la autoestima afianza la personalidad. Tanto como ser individual como ser social, el niño necesita tener un elevado autoconcepto para aceptarse a sí mismo y a los demás. En este sentido, la plástica puede servirnos de gran ayuda ya que, a través de sus creaciones, el niño proyecta su personalidad y expresa sus sentimientos.

Me gustaría terminar con algunas frases célebres en relación a la autoestima.

"El amor a uno mismo es el punto de partida del crecimiento de la persona que siente el valor de hacerse responsable de su propia existencia" (Viktor Frankl).

"La autoestima viene de lo que tú piensas de ti mismo, no de lo que los demás piensan de ti" (Gloria Gaynor)

"Las personas que piensan que no son capaces de hacer algo, no lo harán nunca, aunque tengan las aptitudes" (Indira Gandhi)

EL SASTRECILLO LISTO

Una protagonista del cuento El sastrecillo listo de los Hermanos Grimm es una princesa muy orgullosa a la que, cada vez que se le presentaba un pretendiente, lo despedía con burlas y mofas.
Ideó un enigma y prometió casarse con aquél que fuera capaz de descifrarlo. Llegaron a palacio tres sastres, dos de ellos convencidos de que el tercero no tenía la más mínima oportunidad, ya que era un “cabeza de chorlito” que “no servía para nada”. Le insistieron en que se quedara en casa por “su poco talento”, pero el sastrecillo dijo que “se le había metido en la cabeza intentar la aventura” y marchó con ellos.


Como era de esperar, el sastrecillo en el que nadie creía, no sólo adivinó el acertijo sino que además fue capaz de engañar a un oso y salir victorioso de sus garras, demostrando una gran agilidad y astucia mental. Es decir, la falta de habilidad manual como sastre se veía compensada con grandes facultades intelectuales que le proporcionaron el bienestar de vivir para siempre en el palacio, casado con una princesa.


A mi modo de ver, en este cuento el valor que se intenta transmitir es el de la autoestima. Esta narración que, aunque en un principio no fue escrita para el público infantil, sino para el  adulto, me ha hecho pensar en los niños que cuántas veces habrán tenido que soportar que alguien les diga que no valen para tal o cual cosa, que lo hacen mal, que mejor ni lo intenten... Pues bien, El Sastrecillo listo puede resultarnos muy útil para ejemplificar y mostrar a los niños lo que sucede cuando una persona, a pesar de ser tildada de inútil, confía en sí misma, se respeta y se hace respetar por los demás. Y es que podemos considerar la autoestima de este modo, como la suma de la confianza y el respeto por uno mismo. Creo que merece la pena, en otra entrada, tratar un poco este tema.

LA IMPORTANCIA DE EDUCAR EN VALORES

Ha pasado casi un mes desde que Florencio nos adjudicó un cuento de los Hermanos Grimm a cada alumno para que nos sirviera de punto de partida en la asignatura. A mí me adjudicó uno que no me gustó nada (El señor padrino) de modo que elegí libremente otro que me sedujo más (El sastrecillo listo). Lo primero que teníamos que hacer era pensar en los valores que nos transmitía el cuento y desde entonces este interrogante me ha acompañado. Pero antes de hablar del contenido de El sastrecillo listo, que dejaré para una próxima entrada, me gustaría ofrecer una breve reflexión acerca de los valores.


Actualmente asistimos a una gran paradoja. De un lado, nos quejamos de una crisis de valores y reclamamos su recuperación, sobre todo por medio de la educación; y de otro, pensamos que un discurso sobre valores es algo anticuado.
Habitualmente se considera que la pérdida de valores forma parte de una crisis contemporánea más compleja con componentes negativos tales como el desprestigio de las virtudes tradicionales, el debilitamiento de la familia, la violación de lo público, hechos de violencia y corrupción, etc. Todo ello parece acompañar a los fenómenos de la modernización y la globalización, y se manifiesta como educación permisiva, pérdida del sentido de la disciplina, de unos ideales, de modelos de comportamiento… Para algunos, la solución viene de la mano de posturas autoritarias, de rescatar los valores de la tradición, de la familia, de morales doctrinarias. Este es el enfoque de posturas que pueden ser calificadas de absolutas.

Desde el punto de vista opuesto, se sostiene que hoy en día carece de sentido una discusión sobre los valores porque el curso de la historia no parece ser influido por las valoraciones de las personas. Por ello, se rechaza de plano la educación en valores porque acaba siendo un modo de adoctrinar en contra de la autonomía y la espontaneidad de las personas. Son las posturas denominadas relativistas.

Entre ambos extremos existe una postura intermedia, que a mi modo de ver es la que debemos asumir los maestros. Creo firmemente que los valores se pueden y se deben enseñar pero la moral no puede ser impuesta de una manera doctrinaria. Tampoco puede ser reducida a meras actitudes de aprecio y estima con respecto a determinados valores, sino que se trata de desarrollar una capacidad de aplicar en la vida diaria los ideales morales. Esta capacidad se educa de la misma forma que se cultivan otras competencias como la lectura, la escritura o las matemáticas: poniéndolas en práctica. Por ejemplo, para desarrollar la conciencia y la capacidad de responsabilidad, es necesario tener la experiencia práctica mediante la participación social y la toma de decisiones. Es decir, educar  en valores es un proceso de construcción personal y autónomo que se produce cuando el individuo convive y se interrelaciona con las demás personas de su entorno. Por ello, uno de los objetivos primordiales del maestro ha de ser conseguir que el alumno adquiera y desarrolle una moral integradora y respetuosa tanto consigo mismo como con los demás.

En sintonía con lo expuesto, apoyo la idea de que los problemas a los que nos enfrentaremos en un futuro próximo como maestros y como ciudadanos no se resuelven ni con más técnica ni con más ciencia, sino con más ética, lo que requiere comprender nuestro ejercicio profesional no sólo desde una perspectiva tecnológica e instrumental, sino también desde una perspectiva axiológica.

Para terminar hoy, quisiera hacerlo con una cita que, a mi modo de ver y sentir, encierra mucha sabiduría:


“Ser y hacer de maestro significa crear condiciones que promuevan en el que aprende, sujeto en situación de interacción social, aquellas capacidades que le permitan gestionar la complejidad, la del conocimiento y la de la vida; la del presente y la del futuro. (Miquel Martínez)

Fuente: Hoyos, G y Martínez, M. ¿Qué significa educar en valores hoy?.